Cuando dejar ir....

¿Cuándo debemos dejar marchar a las personas que ya no nos aportan nada?
Hay relaciones humanas que sus características están condenadas al fracaso y que por eso deberíamos dejar marchar. Da igual que hayan perdurado durante un largo tiempo, si de verdad creemos que esa persona no nos va a aportar nada en nuestra vida, lo mejor para ambas partes es dejarla ir.
Esto no hay que tomarlo como un fracaso, sino como una forma de pasar página y mirar hacia delante con optimismo. Nadie nos va a quitar lo que ya hemos compartido y mantener la relación sí nos puede alejar de muchas cosas positivas en el futuro.
En muchas ocasiones, cuando conocemos a alguien resulta ser que tenemos todo tipo de conexiones y gustos parecidos. Sin embargo, con el paso del tiempo, puede ocurrir que ambas partes busquen cosas completamente diferentes. Esto no es que sea algo negativo; es una parte más de nuestras vidas y de nada sirve agarrarse a algo que ya no tienen sentido mantener.
Tenemos que ser conscientes de que como personas cambiamos. Las experiencias, el transcurso de nuestra vida, nos pueden llevar a desear cambiar el camino que hasta el momento habíamos elegido. Por eso, dejar ir a esas personas cuando ya no comparten nuestro mismo sendero es algo necesario.
Está muy bien eso de luchar por lo que único realmente quiere, pero solo sirve si en verdad las otras dos partes están implicadas. Si vemos que somos nosotros los únicos que estamos luchando para que la relación funcione, habremos malgastado nuestro tiempo y ganas en alguien que ya no se merece estar con nosotros. Por esta razón, lo mejor es pasar página que seguro que vendrán personas mejores a nuestra vida.
No tenemos que tener miedo de dejar marchar a todas esas personas con las que nos encontremos en algunas de las circunstancias mencionadas. Desgastarse por una relación que en nuestro interior sabemos que no se sostiene, en la que mantenemos unas esperanzas absurdas, no merece la pena.
El dejar ir, el cerrar una etapa de nuestra vida no se refiere solo a decir adiós a quien comparte vida con nosotros, en un acto de decisión o valentía. Es posible que no seas tú quien abandona, puede que en realidad, hayas sido el abandonado. En este caso, la idea de soltar, de asumir esa ruptura y avanzar de nuevo hacia delante, es algo vital.


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