HOMENAJEAMOS A NUESTRA MADRE IEMANJA



Cada dos de febrero, las costas atlánticas de América del Sur se llenan de fanáticos y curiosos. Es el día de la diosa Iemanja, la deidad que habita en el mar. Todos los años, las playas de Montevideo son escenario de rituales y regalos que los seguidores ofrecen a la Orixá, en especial las playas de Buceo y Ramírez. Si bien las circunstancias históricas la sincretizaron con la imagen de la Virgen María de la religión Católica, Iemanja tiene su origen en las ancestrales culturas africanas.
Iemanja es parte del panteón de los Orixás, y al igual que la Afrodita del panteón griego, está rodeada de leyendas y misterios. El dios supremo Olorun creó a cada una de los Orixás, que representan y se clasifican en las diferentes fuerzas de la madre naturaleza. Es así que se veneran a deidades del aire, la tierra, el fuego y el agua, como la bien conocida Iemanja.
Imanja procreó a todos los dioses Orixás, es la madre de todos y comparte con Oxum el poder de procrear. La reina del mar también tiene los poderes de la gestación, la fertilidad y une a las familias. Según la mitología, Iemanja era la esposa del rey Olofi, soberano de la ciudad de Ife, y juntos procrearon diez hijos. Iemanja extrañaba su pueblo y estaba a disgusto viviendo en Ife. Decidió escapar de su esposo, pero éste mandó todo un ejército tras ella. El ejército no tardó en alcanzarla y rodearla.
Años atrás su padre le había obsequiado un frasco, que debía romper si se presentaba alguna situación de emergencia. Iemanja rompió el frasco en el suelo, y fue entonces cuando se formó un río que le permitió escapar de los hombres de su esposo, y llevarla de regreso a su casa paterna en el océano.
La iconografía más tradicional de la diosa es una mujer negra, esbelta y de curvas pronunciadas. En sus variantes aparece amamantando a un niño, portando un espejo y con una corona, o como una sirena. Luego del sincretismo con el catolicismo, esta representación se vio desplazada por la imagen de una mujer blanca de pelo negro y largo, con perlas en sus manos y usando un vestido celeste.
Por ser la reina del mar, el catolicismo la sincretizó con la advocación Stella Maris de la Virgen María, también conocida como Nuestra Señora de los Navegantes. A sus poderes sobre la familia, el amor y la fertilidad, hay que agregar su rol de protectora de los barcos y de los pescadores.
A esta deidad le gustan los claveles blancos y se la asocia con el color celeste. Las ofrendas que recibe el mar cada dos de febrero, además de claveles y velas celestes, incluyen comidas, perfumes, bisutería y frutas, en especial sandías cortadas con forma de flor, con maíz blanco y perejil.
En las ofrendas se incluye sandía, mazamorra, sidra, maíz blanco, miel, joyas, perfumes, jabones. Pero puede ofrendarse lo que se desee. La tradición estipula que primero se agradece y luego se pide lo que se desea sea concedido.

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